Si bien existen hombres y mujeres en todo tipo de ambiente con actitudes de gente adulta (porque vamos, que lo son), creen que todo lo saben, sin embargo no es extraño encontrar que muchas de estas personas son gente que aparentemente sólidas y de prestigio, pueden ser de voluntad débil y entran en conflictos emocionales internos siendo personas sin dominio propio, incapaces de ser fieles, demostrando así mucha inmadurez afectiva. Algunas de las características de la gente afectivamente inmadura es que tienen dificultades para asumir equilibradamente las responsabilidades de la familia en el hogar, tienen dificultades para asumir el éxito y los fracasos, confunden el amor con los sentimientos, no controlan su ira, son exageradamente calculadores y egoístas.
Es importante ser educados e inteligentes, pero el desarrollo en el ser humano debe ser integral. Es preciso madurar afectivamente y prepararnos en nuestras virtudes, reforzando la voluntad para así madurar afectivamente también. La madurez del pensamiento nos permitirá mantenernos firmes en nuestras convicciones y proyectos de vida. Hay personas que hoy toman decisiones y rápidamente desisten de sus propósitos porque no reforzaron la inteligencia, sentimientos y su voluntad; elementos tan indispensables para madurar afectivamente. El adulto maduro afectivamente posee una vida afectiva de gran vitalidad y en definitiva es dueña de sus sentimientos.
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